El guateque

¡Qué recuerdos! Aquellas tardes de domingos tardofranquistas, equipados de un tocadiscos portátil y un par de docenas de singles, íbamos a un local del padre de uno de la pandilla, militar retirado que se dedicaba a la construcción. Poca luz, un sofá viejo, olor a humedad y bebidas baratas para pasar una tarde que siempre terminaba en frustración.

Blake Edwards, Peter Sellers y Henry Mancini, también hicieron por aquella misma época, finales de los sesenta, El Guateque, una comedia encantadoramente estrafalaria y algo surrealista donde el inspector Cluseau investiga en una fiesta, en un guateque, con el inconfundible estilo que Edwards y Sellers le infundieron. Hoy la vemos como una película pasada de moda pero, al igual que aquellas tardes de domingo, un tanto nostálgica.

Guateque es también como la Guardia Civil bautizó la trama de corrupción en el sector madrileño de locales de ocio. Los delitos que presuntamente se cometieron fueron los de cohecho, prevaricación ambiental, negociación prohibida a funcionarios, tráfico de influencias, infidelidad en la custodia de documentos, falsedad en documento oficial, contra patrimonio histórico y prevaricación urbanística. O sea, todos, no hubo ningún delito referente a la corrupción que se quedase fuera. El caso era que, presuntamente claro, había funcionarios que cobraban unas pelas (muchas pelas) para agilizar y facilitar las licencias de actividades de ocio.

Este Guateque mangui fue más reciente que los de mis recuerdos y la película. Hace diez años que los juzgados empezaron a investigar las posibles irregularidades de la época de Ruiz Gallardón. No empezó la cosa muy bien porque el juez instructor ya fue multado por retrasar injustificadamente el procedimiento. Pero siguió adelante y los fiscales, a la vista de las pruebas que aparecieron, pidieron un paquete de años de cárcel para muchos de los acusados (más de treinta) y sustanciosas multas. La justicia española, que como ya sabemos es lenta pero implacable, acaba, por fin, de dictar sentencia y el Guateque, se ha ido tomar por el saco.

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Dice la sentencia de la Audiencia de Madrid, que la Guardia Civil fue mala, muy mala, y puso la grabadora con la que se recogieron las primeras pruebas de la trama, en el bolsillo de un testigo que fue a entrevistarse con uno de los acusados, impulsándole a decir ciertas cosas para incriminarle. El testigo también fue muy malo. Después se recogieron una tonelada de pruebas que hubiesen podido meter en el trullo a un buen montón de jetas, pero como todo estaba ya viciado desde el inicio, pues fin de la historia. Todos a casa. Bronca a la Guardia Civil por comenzar a investigar sin un juez que le amparase y otra bronca al juez instructor por no identificar a los guardias que hicieron la grabación inicial, para meterles un paquete.

Los acusados, inocentes, deben de respirar ya tranquilos. Durante los diez años de instrucción perdida, aparecieron propietarios de bares que habían pagado mordidas a funcionarios para obtener una licencia con informes desfavorables y otros que no tuvieron licencia porque no quisieron pagar. Todo esto se perderá como lagrimas en la lluvia. Solo quedará el descojono de alguno que aun se debe de estar partiendo el culo de risa después de diez años. Quizá no deberían haberle puesto operación Guateque a esta historia porque, visto desde la perspectiva actual, parecía una premonición de la risa que iba a dar.

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