Asuntos de familia

Las sensibilidades sociales del gobierno difieren si se trata del ala PSOE o si se trata del ala UP. Al menos es la impresión que da cada vez que aborda una ley que hace referencia a lo que podríamos llamar el ámbito privado de las personas. Me refiero en este caso a la familia, que ayer vimos como a partir de ahora tendrá una legislación renovada y específica que la va a regular mejor.

Esta ley tiene todos los ingredientes que adornan algunas de las más polémicas y desacertadas que ha promovido el gobierno, específicamente Unidas Podemos. Tras la ‘Ley de garantía integral de la libertad sexual’ (la del sólo sí), y la ‘Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI’, llega ahora la ‘Ley de Familias’, que a pesar de que tiene un nombre más sencillo y accesible, su contenido también se introduce en un terreno pantanoso en el que cualquier legislador con dos dedos de frente intentaría no meterse.

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Hay una cierta insensatez por parte de las ministras que plantean sus disposiciones legales como una especie de desafío a la sociedad. No habían asumido el fiasco del solo sí y ya se habían metido en la autodeterminación de género. Se reía en un acto la polémica Secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género de aquellos que piensan que va a haber una avalancha de gente para cambiarse de género, pero tras sólo un mes de vigencia de la norma van apareciendo casos que, de momento, solo son anecdóticos, como algunos presos que han pedido el cambio de género para trasladarse a cárceles de mujeres, o un opositor a la policía que lo hizo para poder pasar las pruebas físicas como mujer por ser menos exigentes. Pero en cualquier caso me parece que es conocer muy poco al género humano el pensar que cualquiera pueda elegir el género que desee sin ningún requisito y a la vez se siga promoviendo la discriminación positiva de las mujeres.

Ahora le toca el turno a la familia. Aquellos que pensaban que España era pionera y desde hace muchos años los matrimonios (o las parejas de hecho) son independientes del género de los que deciden contraerlos, aparece esta norma que se empeña en catalogar una serie de tipos de familia que nadie había sido capaz de relacionar hasta ahora salvo el legislador. No solo eso, sino que cambia la típica familia numerosa de siempre por las denominadas ‘familias con mayores necesidades de apoyo a la crianza’ y se mete en un sindios de tipificación de uniones que van desde la que tiene un miembro en prisión, a las LGTBI con un miembro discapacitado o dos hijos con la cabeza de familia víctima de violencia de género. Esto es como cuando te dan un premio en un festival y a la hora de los agradecimientos dices que no vas a citar a nadie de los que te han ayudado porque seguro que te dejas alguno, en este empeño de citar todas las rarezas familiares según sus necesidades de apoyo a la crianza es seguro que la ley se deja alguna.

Esto sería una anécdota si no fuese porque es un requisito para tener acceso a ayudas y privilegios en diferentes ámbitos, lo cual dará lugar a discriminaciones que luego se achacarán a aquellos que se empeñan en retorcer las intenciones de los legisladores, ya sabes, el patriarcado y todo eso. Para que luego nadie se llame a engaño, en esta ley iba también la prohibición de que los padres puedan decidir sobre una parte de la educación de sus hijos, lo que se ha dado en llamar el pin parental, pero al final se retiró del texto ante el aviso del Consejo de Estado de que prohibirlo podría tener problemas de encaje en el marco legal. No se ha hecho caso sin embargo al informe del Consejo General del Poder Judicial que advierte que incluir tantos tipos de familias puede generar inseguridad y desigualdad, algo para lo que no hace falta nada más que tener dos dedos frente.

La ministra Belarra es la promotora de esta Ley de Familia, más que nada por no achacársela también al ministerio de Irene Montero. Decía en una de sus intervenciones la Secretaria de Estado de Igualdad a la que me refería antes, que a ella, que es filósofa de formación, no le han servido para nada las raíces cuadradas que le enseñaron en el colegio en vez de enseñarle que el consentimiento es fundamental en las relaciones sexuales. Yo lo que me pregunto es qué deberían haberles enseñado a los políticos.

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