Voy dando un paseo junto a la playa. Como ha habido temporal está toda la arena revuelta, amontonada, rieras por aquí y por allá, cañas y broza por doquier, vamos, hecha un cristo. Esto es la Costa Dorada (Tarragona) y dentro de nada llega la Semana Santa, así que tendrán que ponerse las pilas en preparar la arenita para que la avalancha de turistas pueda acomodarse junto al mar y darse un baño, si no de agua, que aún está demasiado fría, al menos de vitamina D, la que está de moda como excusa para tomar el sol.
Hasta ahora y desde hace muchos meses, todo estaba cerrado, por aquí no hay Imserso. Hoteles, tiendas, apartamentos, restaurantes y bares, desiertos como si hubiese caído la bomba de hidrógeno, esa que mata a todo bicho viviente pero deja lo inhumano tal cual estaba. Tan solo un pequeño núcleo habitado, donde hibernan los lugareños, ha permanecido abierto en los meses de invierno. Ahora, como por encanto, algo empieza a cobrar vida de nuevo y ves alguna gente afanándose en limpiar, encendiendo los escaparates, montando sillas y mesas en las primeras terrazas, e incluso los primeros hoteles abriendo a modo de prueba para cuando llegue la Semana Santa que los coja entrenados.
Leer más »