La COP28

A pesar del calor asfixiante de los veranos, de las inundaciones y las sequias, de los vientos huracanados y los incendios salvajes incontrolables, de que los polos se están derritiendo y el clima provoca más víctimas que nunca entre los seres humanos, los países más contaminantes no tienen pinta de que sean capaces de luchar contra la contaminación que, según la ciencia, nos ha llevado a esta situación global.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2023, conocida como la Cumbre del Clima o COP28 porque se han celebrado 28 hasta ahora, tiene lugar en Dubái, uno de los siete Emiratos Árabes Unidos que está entre los primeros países productores de petróleo del mundo. Esto ya le pone a uno la mosca detrás de la oreja, porque además en esta zona del mundo forrada de dinero todo su desarrollo se basa en la insostenibilidad del planeta. Obras faraónicas en medio del desierto, islas artificiales en lagos artificiales, aire acondicionado en las calles, en fin, lo que tiene cuando no sabes qué hacer con el dinero porque ya te has comprado todos los coches de lujo del mercado y los grifos de tu inmenso yate son todos de oro. Hacer una COP en Dubái, de entrada, ya suena raro, como ocurrió con el Mundial de Futbol de Arabia Saudí.

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Dicen los expertos que estas COP mundiales no son tan inútiles como parece por sus resultados, porque al menos mantienen la atención del mundo en el cambio climático, pero la realidad es que hay pocos acuerdos, que además son poco ambiciosos, y encima luego se incumplen sistemáticamente, especialmente por los más países contaminantes. A lo largo de los años hay algunos acuerdos que suenan como históricos, el protocolo de Kioto (1997) o el acuerdo de Paris (2016), por ejemplo, pero que a la vista de cómo ha ido el año 2023 que está a punto de terminar, no han evitado que el planeta siga deteriorándose y siendo un lugar en el que es más complicado vivir conforme pasa el tiempo.

Si los expertos dicen que estas COP son importantes y sirven de algo, pues nos lo creeremos. Seguro que hay quien piensa que sin estos acuerdos la Tierra iría peor de lo que va, algo que nunca llegaremos a saber. Para hacernos una idea, la vicepresidenta de los USA, uno de los campeones en contaminación, ha anunciado que su país va a echar el resto y pondrá encima de la mesa 3.000 millones de dólares para luchar contra el cambio climático, que aportará al Fondo Verde de la ONU. Luego llegan los matices, porque ese dinero no va destinado a un fondo que se ha creado para compensar a las naciones que más sufran por el cambio climático provocado por los que más contaminan, sino que irá destinado a actuaciones para reducir la contaminación o para tomar medidas contra los efectos previsibles del cambio climático.

Para hacernos una idea de lo que supone ese golpe de efecto de los 3.000 millones de los Estados Unidos, en 2022 las principales petroleras del mundo, todavía a falta de que se conociesen los beneficios obtenidos por Aramco, la petrolera de Arabia Saudí, la más grande del mundo, habían ganado la friolera de 200.000 millones de dólares, esto con la guerra de Ucrania y las sanciones occidentales a Rusia de por medio. El beneficio estimado el año pasado de todas las petroleras y gasistas públicas del mundo fue de 834.000 millones de dólares, un 70% más que en 2021.

Seamos realistas, mientras el sector de los combustibles fósiles no tenga una alternativa clara que le permita mantener su muy lucrativo negocio el mundo seguirá emponzoñándose con sus contaminantes, el clima empeorando cada año y las COP seguirán siendo un paripé en el que unos con buena voluntad, otros por imagen y la mayoría sin creer un ápice de lo que dicen, pasan dos semanas de encuentros y reuniones de viejos amiguetes que se ganan así la vida. Al año que viene subirá otro grado la temperatura media del planeta, las petroleras se forrarán más todavía y se celebrará la COP29.

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