Limitar el crecimiento

Hace ahora 50 años, medio siglo ya, los chicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que son dados a estudiar cosas raras, escribieron un informe que titularon ‘Los límites del crecimiento’. Encargado por el Club de Roma, abría el debate sobre si no había llegado el momento, ante la escasez de algunos recursos y el cariz que estaba tomando el cambio climático en el planeta, de plantearse dejar de crecer para evitar la debacle. A esta idea siguió otra, la teoría del decrecimiento, que propone directamente no solo dejar de crecer sino una reducción controlada y paulatina del consumo y la producción.

Hay que reconocer que estas dos ideas políticamente son complicadas de vender al electorado. Eso de decir a la gente que si ganas las elecciones van a ser más pobres, a disponer de menos bienes y servicios porque serán más caros o incluso dejarán de existir en el mercado, es jodido cuando pides que te voten, evidente. Estamos hablando de un empobrecimiento voluntario pero no hablamos aquí del que, si no se toman las medidas necesarias, llegará impuesto por los cambios medioambientales que se están produciendo.

Por poner un ejemplo, que aunque no está relacionado directamente con la sostenibilidad sí tiene mucho que ver con la globalización. La transmisión en pocas semanas del SARSCOV2 por todo el planeta, provocó en el año 2020 una pérdida económica a nivel mundial que se cifra en torno a los dos billones de dólares.

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Como realmente todas las predicciones sobre lo que nos espera en el futuro se basan en modelos que se van adaptando, no sabemos cómo será el mundo dentro de cien años, ni siquiera de cincuenta, por lo que hay que ser cautos a la hora de decidir sobre determinadas políticas. Más allá de los negativistas del cambio climático, hay científicos serios que no ven posible que se produzca el colapso que otros predicen. En cualquier caso hay una tendencia ya imparable a abandonar los combustibles fósiles y migrar a las llamadas energías limpias, muchas de las cuales están todavía en estudio y además no son tan limpias.

Este cambio de modelo de producción de energía va a provocar que la economía tenga que cambiar con él. Algunos países nórdicos, como Suecia, ya hace muchos años que decidieron dar el paso a las energías renovables y eso ha creado nuevos sectores económicos ‘verdes’ que producen empleo y generan beneficios empresariales. Al margen del cambio climático, es incomprensible que España, que nunca ha producido ni un litro de petróleo más allá del rocambolesco yacimiento encontrado en Burgos en plena dictadura franquista, no promoviese hace tiempo con decisión la producción de energías eólicas o más tarde solares para evitar la dependencia de las importaciones y su elevado coste en determinadas coyunturas económicas internacionales, como por ejemplo la que vivimos ahora.

La sostenibilidad se ha convertido en un reto, no solamente porque estamos llenando el planeta de mierda, sino porque la vaca ya no da la leche que necesitamos. Avisa el Fondo Monetario Internacional, que aunque no destaca por su comportamiento ecológico sí que sabe del dinero que corre por el mundo, que reducir las emisiones a cero en 2050 conllevaría disparar la deuda pública mundial hasta un 50%, lo cual da una idea de que no va a ser sencillo que los gobiernos se pongan las pilas. Lo vemos en la UE que estira ya los plazos que se había fijado para eliminar los coches eléctricos porque la industria presiona.

Dicen que estamos viviendo un cambio de era, que esto no va solo del clima sino de plantear un cambio de valores en la sociedad. Se habla de la ecología ilustrada que apunta hacia los aspectos de la vida que no tienen que ver tanto con la producción y el consumo sino con intangibles como la felicidad, el tiempo libre o el equilibrio personal. La impresión que me da cuando pienso en todo esto es que ni los recursos ni el clima del planeta pueden soportar, no ya un crecimiento, sino tan siquiera el nivel de consumo actual por mucho tiempo. No hablemos ya de lo que puede ocurrir cuando ese medio mundo que está intentando como sea el salir de la pobreza y buscarse un futuro, algo que es justo que consiga cuanto antes, comience a mejorar, es decir, a consumir.

Aquel tipo raro que vivía en la India, ese que llevaba unas gafitas redondas e iba envuelto en una sábana, un tal Mahatma Gandhi, dijo: ‘En el mundo hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no la avaricia de algunos’. Puede que tuviera razón.

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