Ya se esperaba que la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre la inmunidad de Junqueras no iba a ser favorable a las tesis del Supremo, que por otra parte es el que se dirigió al TJUE a raíz del recurso del mismo Junqueras para que le aclarase si era o no eurodiputado a pesar de no haber cumplido los trámites que marca la legislación española. Esto corrobora lo que yo he dicho siempre, que esta cadena de tribunales y recursos interminables es una pérdida de tiempo, de medios y crea, además, una inseguridad que raya lo kafkiano. Directamente se llevan las causas a la última instancia, el TJUE en este caso, y en un par de meses solucionado, al final, antes o después (más bien después) van a ir a parar al mismo sitio, pero tras haber dado mil vueltas por juzgados diversos y haberse creado situaciones irreversibles.
El caso de Junqueras es curioso, porque una vez que el TJUE ha decidido que es eurodiputado desde que salió elegido y no podía ser jugado sin el consentimiento del Parlamento Europeo, resulta que ya ha sido condenado y nada menos que a un montón de años y cárcel y, aquí está lo retorcido del asunto, inhabilitado para ejercer cargo público, lo que quiere decir que siendo o no eurodiputado ya habría dejado de serlo desde que fue condenado. En la sentencia de TJUE hay algo que no acaba de encajar y es que si para obtener la condición de eurodiputado solo es necesario haber sido elegido, sobrarían todos los demás trámites que las leyes de cada país exigen para ser considerado eurodiputado y a los que cada candidato podría someterse o no según su criterio. Sin dejar a un lado que esto podría hacerse extensible a la condición de cualquier cargo electo, que lo sería sin necesidad de firmar actas, jurar, prometer por cualquier cosa y todas esas historias que estamos habituados a ver en Congreso.Leer más »